17 Sep La arcilla cocida en la construcción
La utilización de arcilla cocida en la construcción se comenzó a utilizar hace unos 9.000 años, constituyendo el principal material de construcción de grandes civilizaciones como la antigua Mesopotamia, Palestina, Babilonia…etc. El proceso de fabricación ha ido evolucionando según las necesidades y las distintas formas decorativas que se apreciaban en cada época y cultura.
Así, tenemos la construcción de baños, anfiteatros y acueductos en la antigua Roma, a menudos recubiertos de mármol, la Gran Muralla China, las construcciones con ladrillos templados, rojos y sin brillo, con figuras de punto de espina, tejido de esterilla o lazos flamencos de la Edad Media, palacios toscanos en la época del renacimiento…etc.
Debido a la influencia musulmana, es en España donde el uso del ladrillo alcanzó gran difusión, sobre todo en Castilla-La Mancha, Aragón y Andalucía. La transmisión del conocimiento para tratar las arcillas y obtener distintos materiales con los que edificar y la presencia de excelentes materias primas en las canteras de estas regiones, propiciaron el desarrollo de lo que hoy es uno de los elementos básicos en la edificación.
Composición de la arcilla cocida
Las arcillas para la construcción están compuestas de dos o más minerales de arcilla, del tipo de filosilicatos (silicatos que se unen a otros formando capas, láminas).
El proceso de fabricación del ladrillo se inicia con la extracción de las arcillas en su lugar de origen, habiendo sido realizados todos los controles de calidad previos y necesarios para garantizar que la materia prima es la idónea en cuanto a la plasticidad, refractariedad, porosidad, color…etc. No debe contener un exceso de sales solubles, ya que éstas aparecerían a modo de eflorescencias en la obra acabada (manchas blancas que se forman en la superficie por efecto de la evaporación del agua que contiene estas sales, dejando libre este sólido). Debe estar exento de materia orgánica para que no se formen burbujas o puntos negros en la cocción.
Se procede a su molienda y amasado, obteniendo una masa plástica y moldeable por extrusión. En este proceso el agua de amasado se ha introducido entre las láminas de la arcilla y por su efecto lubricante ha favorecido el deslizamiento de una capa sobre otra, haciendo el conjunto más manejable. El moldeo se realiza con la maquinaria de extrusión adecuada, se hace pasar la mezcla de arcilla a través de una boquilla, una plancha perforada que tiene la forma del objeto que se quiere producir, realizándose el corte a su salida para conseguir las dimensiones requeridas y proceder a su secado y cocción. El secado es una de las fases más delicadas del proceso de producción, ha de realizarse de forma controlada, con saltos de temperatura pequeños, dejando que el agua que se ha agregado en el amasado se evapore sin causar fisuras en su salida al ambiente.
La arcilla cocida es un elemento usado en la construcción desde hace milenios
La cocción se realiza, normalmente, en hornos de túnel. La longitud dependerá del espacio disponible y de la producción a realizar. La temperatura de cocción está en torno a los 900 °C y 1000 °C, y va variando de forma continua y uniforme, tanto a la subida de temperatura como a la bajada de la misma. Hay que dejar que se sucedan las reacciones físico-químicas de la forma menos agresiva posible. Con ello obtendremos un material de calidad, sin fisuras, con el tamaño de poro adecuado para facilitar la adherencia con el mortero, con el color en el tono deseado por efecto de los óxidos de hierro (tono rojizo), por ejemplo, presentes en la composición…etc.
Finaliza este proceso con el empaquetado de los productos, normalmente paletizados y listos para su entrega en la obra solicitada.